
El enamoramiento puede sentirse como un estado mágico y arrollador, pero desde la psicología de pareja sabemos que es un momento altamente idealizado, donde no vemos a la otra persona tal y como es, sino como la necesitamos ver. En muchas ocasiones, cuando alguien se enamora de manera intensa, lo hace desde una carencia emocional: no está bien consigo mismo y busca, de forma inconsciente, que alguien lo rescate de su propio malestar interno.
Cuando eso ocurre, basta que aparezca una persona con algunas características muy visibles —atractivo físico, seguridad, trabajo estable, carisma— para que la mente automáticamente rellene el resto de atributos que desconoce. Es decir, a partir de unos pocos elementos objetivos, se construye un conjunto completo de cualidades imaginadas. Ese proceso es la idealización.
Si te identificas con este patrón y quieres mejorar tus relaciones o entender tus vínculos, la terapia de pareja o individual puede ayudarte a comenzar un cambio real.
Cuando el enamoramiento nace de la necesidad
La idealización surge con más fuerza cuando la persona está viviendo un momento de inseguridad, de baja autoestima o de vacío emocional. En ese estado, la presencia de alguien que parece seguro, atractivo o exitoso funciona como una especie de ancla emocional: “esta persona me hará sentir bien”, aunque sea alguien que prácticamente no se conoce.
El problema es que, al no conocer todas sus características, la mente completa la información atribuyéndole cualidades que no son observables. Así se convierte a la otra persona en un “10”, una figura perfecta que, en realidad, no existe. Es una invención creada para sostener el enamoramiento y justificar el enganche emocional.
Sin embargo, esa persona real nunca podrá estar a la altura del ideal imaginado. Puede ser maravillosa, madura, cariñosa y tener valores sólidos; quizá sea un “8,5” real. Pero nunca podrá ser ese “10” perfecto que la fantasía creó. Y es precisamente esa diferencia la que, tarde o temprano, genera frustración.
La caída del ideal: cuando aparece el conflicto
Cuando la idealización se rompe y aparece la persona real, surge la decepción. El enamorado empieza a sentir que “no es lo que pensaba”, que “falta algo”, o que “ha cambiado”. Pero no ha cambiado: simplemente ahora se está viendo la realidad. Y desde esa frustración se intentará moldear al otro, tratando de convertirlo en aquello que se había imaginado al principio.
Aquí es donde comienzan los conflictos: reproches, expectativas incumplidas, intentos de cambiar a la pareja y la sensación constante de que algo no encaja. Las relaciones que empiezan desde este lugar tienen muy pocas posibilidades de funcionar, no porque la otra persona sea mala, sino porque era imposible que cumpliera un ideal que nunca existió.
Si sientes que tus relaciones siguen este patrón o que tus expectativas chocan con la realidad, un proceso terapéutico puede ayudarte a construir vínculos más sanos y conscientes.
Construir una relación desde la realidad
Las relaciones sanas no se construyen desde el enamoramiento ni desde la fantasía, sino desde el conocimiento real del otro. Desde aceptar sus límites, comprender sus matices y poder relacionarse sin esperar que cubra vacíos internos.
Cuando el vínculo nace desde la estabilidad personal, no se necesita un salvador; se elige a una pareja. Y esa diferencia lo cambia todo.