Cuando se habla de custodia compartida, el debate suele centrarse en los derechos: el derecho del padre a estar con sus hijos, el derecho de la madre a participar en la crianza, y el derecho del propio menor a mantener relación con ambos.

Sin embargo, cuando reducimos la crianza a una discusión jurídica sobre quién “tiene derecho” a qué, perdemos de vista lo esencial: las necesidades psicológicas reales del niño.

La custodia compartida no debe entenderse como un privilegio de los adultos, sino como una condición necesaria para el desarrollo sano del menor siempre que no existan contraindicaciones de peso.


Los niños no crecen con derechos: crecen con vínculos

En los procesos judiciales es habitual escuchar argumentos como:

Pero el desarrollo infantil no se organiza en torno a porcentajes de tiempo ni a comparativas de méritos parentales.

La infancia se organiza en torno a vínculos estables, significativos y complementarios con las dos figuras que conforman su universo emocional más inmediato.

Los niños necesitan a ambos progenitores porque cada uno cumple funciones distintas y esenciales para su bienestar.


La madre: contención, sensibilidad y base emocional

Diversas investigaciones han documentado que la figura materna tiende a ofrecer:

Un metaanálisis publicado en PLOS One señala cómo la sensibilidad materna se asocia con mejores resultados en ajuste emocional y regulación afectiva en la infancia (Gómez-Muzzio et al., 2022).

Esto ofrece al niño una base segura fundamental para su estabilidad psicológica.


El padre: exploración, límites y competencia social

La figura paterna, por su parte, aporta otro conjunto de funciones complementarias.

Estudios recientes identifican que los padres:

Una revisión publicada en Early Human Development muestra que la implicación paterna está asociada con un mejor desarrollo socioemocional y cognitivo, especialmente cuando el padre participa activamente en la vida diaria del niño (Cabrera et al., 2024).

En otras palabras, mientras la madre tiende a proteger hacia dentro, el padre tiende a invitar hacia fuera: dos fuerzas necesarias para el equilibrio emocional.


Custodia compartida: más que un reparto, una estructura de desarrollo

Cuando una separación limita la relación del menor con uno de los progenitores, pierde acceso a una parte crucial de su construcción interna.

La custodia compartida —cuando las condiciones lo permiten— garantiza que el niño mantenga ambos vínculos y ambas funciones parentales.

Y esto no es solo un “derecho”.

Es, ante todo, una necesidad del menor:

Por eso las políticas públicas y la literatura técnica coinciden en que, salvo riesgo acreditado, la custodia compartida suele ser el modelo que mejor protege el interés superior del niño.


Conclusión: el foco no está en los adultos, sino en el desarrollo del menor

Los tribunales pueden hablar de derechos.

Los abogados pueden hablar de procedimientos.

Pero los psicólogos debemos hablar de necesidades evolutivas.

Una madre tiene derechos.

Un padre tiene derechos.

Pero un niño tiene algo más que derechos:

tiene la necesidad profunda de construir su mundo emocional con ambos.

Cuando comprendemos esto, el debate deja de ser jurídico y se convierte en lo que siempre debió ser: un debate sobre salud mental, apego, desarrollo y futuro.


Referencias

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