
Es evidente que en todas las profesiones hay de todo. Soy consciente de que existen psicólogos malos. Colaboro con muchos abogados y, desde mi posición como psicólogo forense, a veces observo errores que me llaman profundamente la atención. Especialmente en aquello que sí puedo valorar con rigor: el comportamiento humano, la dinámica familiar, la interferencia parental, la credibilidad del relato y el impacto psicológico de determinadas decisiones procesales.
En ocasiones veo a algunos letrados tomar decisiones osadas sin consultar antes a un perito, sin contrastar la estrategia jurídica con la estrategia psicológica que puede inclinar —literalmente— el resultado de un procedimiento.
Y en el caso de hoy, ha ocurrido exactamente eso.
En un juicio celebrado en una población de Sevilla, lo teníamos todo a favor. Existía un informe psicosocial desacreditado, con irregularidades graves. Contábamos con mi valoración psicológica de los menores, realizada por separado, coherente, consistente, sin indicios de interferencia parental por parte del progenitor. Ambos hijos rechazaban a la progenitora describiendo episodios de maltrato —también físico— que resultaban compatibles con la documentación objetiva: partes médicos, asistencia policial y una historia clara de conductas desreguladas por parte de la madre.
Todo apuntaba, literalmente, hacia una resolución favorable.
Pero al inicio de la vista, el abogado del padre tomó una decisión incomprensible: pidió la exploración judicial del hijo mayor. Algo innecesario, arriesgado y técnicamente injustificado.
Su señoría aceptó: dos meses hasta la exploración.
Dos meses de convivencia exclusiva con la madre.
Dos meses antes de que el adolescente declare.
En esos dos meses llegarán Navidad, Reyes, regalos, refuerzos, presión emocional, cambios de conducta y un contexto completamente distinto al que motivó el rechazo previo.
La pregunta es obvia:
¿Declarará lo mismo ante la jueza que lo que declaró conmigo?
¿O dos meses bajo la influencia directa de quien rechaza alterarán la coherencia del relato?
Un buen abogado entiende que el comportamiento humano forma parte de la estrategia.
Un mal abogado toma decisiones sin respaldo técnico.
Si eres letrado, ¿qué harías tú?